ENTREVISTAS HISTÓRICAS DE CANTAORES Y GUITARRISTAS
ENTREVISTA A LA NIÑA DE LOS PEINES
ENTREVISTA A DON ANTONIO CHACÓN
CHACÓN EN SEVILLA
"EL CANTE JONDO"
EL MAYOR CONTRATO
ENTREVISTA A JAVIER MOLINA
Este artículo se publicó en el periódico madrileño "Dígame" el 23 de agosto de 1955, y fue escrito por el aficionado y autor jerezano Juan de la Plata, actual director de la Cátedra de Flamencología de Jerez. Se publicó con tres fotos de Javier, en una de las cuales aparece tocando, con posturas de la guitarra clásica.
ENTREVISTA A RAMÓN MONTOYA
ENTREVISTA A MELCHOR DE MARCHENA
Josefina
Carabias. 'Crónica', 21 de julio de 1935
Pastora Pavón, "La Niña de los
Peines" y la mejor "cantaora" de España, está desilusionada del cante y quiere
retirarse
La Niña de los Peines
El alboroto que se arma en Madrid
cuando canta Pastora
Hasta la calle de Alcalá llegan
rumores de que en la Plaza de García Hernández (antes plaza del Rey) se agolpa
una muchedumbre imponente, que los guardias pueden a duras penas contener. Y
aunque a mí los acontecimientos donde intervienen los guardias me producen
siempre un instintivo movimiento hacia atrás, que raras veces contengo, domino
por el momento esta prudencia tan saludable y me voy a ver qué es lo que pasa.
La calle del barquillo es un río humano, y por la plaza, los caballos de los
guardias de Seguridad caracolean de un modo impresionante; los de Asalto, con
los fusiles en la mano, parece que van a hacernos polvo de un momento a
otro.
- Pero, ¿qué es lo que pasa?
-pregunto a un guardacoches que contempla el espectáculo-. ¿Es que está ardiendo
el Circo quizá?...
- Casi nada... La Niña... No es
más que La Niña, que siempre arma estos alborotos.
- Pero, ¿qué niña es
esa?...
- ¿Qué niña va a ser?... Decir
niña, es lo mismo que decir don Niceto... No hace falta más para que todo el
mundo sepa de quién se trata... la Niña de los Peines, la Pastora, que está esta
noche en el Circo... ¿O es que no ha visto usted los
carteles?...
Ahora me lo explico todo. Ahora me
explico por qué la multitud se agolpa y por qué los guardias toman sus
precauciones, para evitar lo que puedan hacer los centenares de personas que
forzosamente se han de quedar sin billete. Para los buenos aficionados al cante,
la Niña de los Peines es algo así como Lenin para los comunistas, porque no hay
más que ella en el mundo. Y por si esto fuera poco, da la casualidad de que la
Niña no se prodiga. Raras, rarísimas veces aparece en los carteles madrileños; y
cuando aparece, sólo canta un par de veces, cuando más. Por eso los que de
verdad gustamos del cante magnífico de la Pastora, tenemos que conformarnos,
casi siempre, con poner un disco al gramófono o con oírlo muy de tarde en tarde
por la radio.
Pastora Pavón, la Niña de los
Peines, está arreglándose en un cuarto del Circo. Mientras se alisa las negras
crenchas, toma vahos de un cacharro de no sé qué cocimiento, porque de repente
se ha sentido afónica, y esto la tiene preocupadísima.
- ¿Usted ve qué desgrasia?...
haberme quedao casi sin voz..., precisamente esta noche..., ¡qué
disjusto!
Como todos hemos oído hablar de la
Niña de los Peines a nuestros padres y hasta a nuestros abuelos, y hemos oído
también repetir que niña, lo que se dice niña, lo era Pastora allá por los
tiempos de la primera guerra carlista, yo suponía que me iba a encontrar con un
carcamal, con una mujer arrugadita y viejecita. Pero les aseguro a ustedes que
no ha sido así. La Niña de los Peines no es, ciertamente, una niña; pero no es
vieja, ni muchísimo menos. Es una mujer gorda y frescota. Ella me ha dicho que
tiene cuarenta y cuatro años, y es verdad. Al menos, no aparenta más, y si fuese
guapa, probablemente aparentaría menos.
- Lo que pasa -me dice- es que yo
empesé con esto der cante a la edad de nueve años... y desde entonces no lo he
dejao...
- Y ¿cómo fue empezar tan
pequeña?...
- Pues porque pa esto no hacen
farta estudios. Es una grasia, ¿sabuté? Y si se tiene esa grasia, pues se nase
con ella..., y en cuantito que se sabe hablá o antes, pues se canta. M'acuerdo
mu bien der primé día que canté elante gente. Me llevaron a un café que le
desían der Brillante, y allí armé un alboroto tan grande, que me hisieron
cantaora de repente. En Sevilla, que era donde yo había nasido y donde vivía, me
conosía tor mundo na ma que por la hermana de Arturo. Arturo, mi hermanito, era
un cantaor de mucha fama. Desde entonse hasta ahora, en treinta y sinco años
largos, fíjese si habrán salío cosas de esta garganta.
- Usted, Pastora, de be haber
ganao mucho dinero con el cante...
- Mucho, hija; muchísimo. Pero a
esta fecha estoy más probe que una rata. He tenío siempre muchísima familia y
mucha gente a mi alrededor a quien mantené, y aluego que yo no pueo ve una
lástima sin ponerla remedio. Pastora Pavón, la Niña de los peines, no sirve pa
guardá una peseta.
- ¿Y cómo fue eso de ponerla el
apodo que lleva?
- Po verá usted. No fue cosa mía,
sino de la gente de allí de Sevilla. Yo no pensaba llamarme na ma que Pastora,
que es mi nombre. Pero en esto que se puso mu de moda un tango que yo cantaba, y
que decía así:
Peínate tú con mis
peines;
Mis peines son de
canela...
Y en esto que la gente me empesó a
llamar la niña der tango de los peines, y después la Niña de los Peines; y de
tanto y tanto desirlo la gente, ya me empesaron a anunsiar en los carteles como
la Niña de los Peines, y con la Niña de los Peines me quedé...
La verdad es que un poco
complicada la toilette de esta reina del cante. Un poco de carmín en los labios,
unos polvos ordinarios..., un poquito de colorete... Después se atusa una y otra
vez el pelo negrísimo, de escoboncillo sobre la nuca. Entre tanto, el cuarto de
la Niña de los Peines se va llenando de flamencos: Guerrita, el Americano, el
Canalejas, la Niña de Marchena... Llegan también otros, que no son flamencos
propiamente dichos, sino que son allegados o flamencos amateurs...
- ¿Qué hay, Pastora?... ¿Cómo va
esa ronquera?...
- Ay!... Americano, hijo..., mu
malamente... me da er corasón que esta noche voy a tener un
disjusto...
Un flamenco que llega alarga a
Pastora una pastilla.
- Tómate esto, que no te pesará;
tiene un nombre mu raro, pero no lo hay en la botica. Te tomas un par de
pastillas, y... ni los jilgueros...
Otro flamenco protesta,
indignado:
- ¡Qué pastillas ni que na,
hombre!... To eso son porquerías pa estropeá er estómago. Vahos y na más que
vahos, de esos de hojas de ocalirto. Te lo digo yo, Pastora, que de eso sé más
que nadie.
En general, los flamencos saben
más que "naide", no sólo de procedimientos para aclarar la voz de la Niña de los
Peines, sino de todo. Por eso da gusto estar entre ellos un ratito, oyendo las
más peregrinas teorías, expuestas con gran naturalidad y bastantes licencias
prosódicas.
Entre todos estos flamencos hay
uno a quien la Niña de los Peines llama Pepe, y que, a poco me fijo, me doy
cuenta de que es su marido. El llamado Pepe da vueltas por la habitación, y a
veces por los pasillos, dando pruebas de evidente malhumor. Luego me entero de
que no es malhumor precisamente lo que tiene Pepe, sino gran preocupación,
porque teme que la ronquera defraude a los miles de espectadores que se apiñan
en las graderías del Circo.
- Anda, Pastora, anda; date prisa
que tienes que ensayar un poco...
- Espera, Pepe; hombre, no te
sofoques. ¿No ves que me están hasiendo una interviú?...
En vista de esta razón tan
convincente, Pepe (Pinto) se marcha a pasear su impaciencia por los pasillos.
Pastora me cuenta que lleva mucho tiempo casada, y que tiene una niña de once
años. La niña no canta, pero baila que es una maravilla...
- Pero yo no quiero de ninguna
manera que se dedique a artista. Que baile to lo que quiera en casa; ahora, pa
sus padres, y el día que se case, pa su marido...
- Pues usted no puede quejarse de
su vida de artista...
- Yo no...; pero es mejor la vida
de casa. Yo le voy a desí a usted, en secreto, que estoy deseando retirarme der
to y vivir tranquila en Sevilla, en mi casita, con mi marío y mi hija... No me
puedo quejar del público, pero veo que el cante va por mal camino. A la gente
ahora no le gusta más que er cante malo. Ahora el público pide milongas o
colombianas..., y eso ni se parese siquiera ar cante...
El Niño Ricardo, que es quien va a
acompañar a Pastora a la guitarra, nos ha cortado definitivamente la
conversación.
Poco después están en la pista del
Circo la Niña de los Peines y el Niño Ricardo. La gente se vuelve loca
aplaudiendo. Pastora, con su voz desgarrada y su acento, que nadie lo aventaja
en patetismo, comienza a cantar por soleares...
- Vamos a ve, Pastora; vamos a
ve... -anima el guitarrista.
Ay... ayyyyy...
A mi puerta has de
llamá...,
Y no te he de abrí la
puerta...,
¡y me has de sentí
llorá!...
Y después de esta letra magnífica
(nadie puede decir más en menos palabras), viene otra deliciosamente graciosa,
cuando Pastora se arranca por fandanguillos:
Como una cosa
difícil
me quieren llevar a los
baños,
como una cosa
difísil,
como si el agua del
mar
curara los
desengaños
que una mujer cruel me
da...
Y después de decir otra porción
de cosas que nunca dirá nadie como ella, Pastora Pavón, la reina del cante,
desaparece, seguida de el Niño Ricardo, envuelta en un traje verde de raso
reluciente.
"M'acuerdo mu bien
der primé día que canté elante gente. Me llevaron a un café que le desían der
Brillante, y allí armé un alboroto tan grande, que me hisieron cantaora de
repente"
Manuel Vallejo, La Niña de los
Peines y Niño Ricardo
ENTREVISTA A DON ANTONIO CHACÓN
Entrevista Histórica. Antonio
Chacón. Cantaor. 1922.Transcripción textual.
Entrevista realizada por el
periodista Agustín López Macías, Galerín, publicada el 9 de julio de 1922 en El
Liberal de Sevilla. En la charla, que se produjo en una casa de la calle Santa
Ana, en la Alameda de Hércules, estaban el guitarrista Amalio Cuenca, el
dibujante Lafita, Ramón Montoya y un niño llamado Caracol, reciente ganador del
Concurso de Granada.
¿Cómo y cuándo comenzó usted a
cantar? preguntamos a don Antonio
No me acuerdo, la verdad. Llevo
cantando más de cuarenta años. Empecé en Jerez cuando tenía trece o catorce
años. Sólo cantaba entonces soleares y seguiriyas gitanas. A los quince marché
por los pueblos, acompañado por el hoy excelente tocador Javier Molina y su
hermano que bailaba. Todas esas excursiones se hacían andando.
¿Se ganaba
poco?
Lo que querían darnos. Luego fui a
Cádiz, y de Cádiz a Sevilla, el mismo año que mataron al Canario en el puente de
Triana. Y regresé de nuevo a Jerez. Me asustaba Sevilla, tan
grande...
SEIS REALES POR CUATRO
COPLAS
El año 86 nos dice Chacón trabajé
en Jerez, en un café cantante que tenía un tal Juan Junquera. Me pagó seis
reales por cuatro coplas, y me echó a la calle. "No sirves, nene", me dijo. Y
seguí de pueblo en pueblo. Cuatro meses después, una hermana de Junquera,
llamada Tomasa, me contrató en otro café cantante de Jerez, pagándome cuatro
pesetas por función. De esete café pasé a Cádiz, a la feria del Perejil, ganando
siete pesetas diarias. Allí cantaba por seguiriyas Enrique Ortega, tío del padre
de ese niño Caracolito y el Mellizo.
¿Eran buenos
artistas?
Los mejores que había en aquella
época. Ya ve usted cómo cantarían, que yo, al verlos en el café cantante, dije a
mi tocaor, el maestro Patiño: Yo no canto por seguiriyas. Me da vergüenza. ¿Y
entonces, qué quieres cantar, "armamía"?... Tóqueme por malagueñas Y canté por
ese cante, que no sabía bien, y me aplaudieron mucho.
Las célebres
malagueñas
Desde aquella noche quedé enamorado de las malagueñas, y empecé a
quitar y poner de mi cosecha. Tanto gustaban que quedó en el café establecida
una competencia entre el Mellizo y
yo.
¿Se discutía de
cante?
Una cosa horrible. Subíamos al
tablao Enrique el Mellizo, que ganaba ochenta pesetas por noche, con su tocador
el maestro Tapia, y yo, que ganaba siete pesetas, con el maestro Patiño. Cantaba
él una copla de seguiriya y luego yo una malagueña. Las discusiones duraban un
rato, y volvía él de nuevo, y otra vez el niño, como a mí me
decían.
¿Recuerda usted la malagueña que
cantaba entonces?
Como si fuera ahora. Esta era
(textual):
Dando en el reloj la una
de aquella campana triste
hasta las dos estoy pensando
el querer que me fingiste
y me dan las tres llorando.
de aquella campana triste
hasta las dos estoy pensando
el querer que me fingiste
y me dan las tres llorando.
No es de las más bonitas, amigo
Chacón.
Pero es mía la letra y la música.
Como es de mi propiedad la que hizo tan famosa:
¿A qué niegas el delirio
que tienes por mi persona, que la conoce todo el mundo?.
que tienes por mi persona, que la conoce todo el mundo?.
Y esta otra, mía también:
Rosa, si no te cogí,
fue porque no me dio la gana
Rosa, si no te cogí,
fue porque no me dio la gana
CHACÓN EN SEVILLA
¿En Cádiz se ganaría mucho
dinero?
Regular. Tenía 16 años y lo
engañaban a uno. De Cádiz pasé a Utrera, a un café que tenía el Junquera aquel
que me pagó con seis reales y me echó. Entonces me dio sesenta reales. En Utrera
reuní unos duros, y me escapé a Sevilla. Me presenté en el Filarmónico. Unos
conocidos "me pidieron", y subí al tablado a cantar, quedando
contratado.
¿Y el empresario de
Utrera?
Se volvió loco. Vino a Sevilla y me echó el guante. Le devolvió a
don Andrés González, dueño del Filarmónico, cinco onzas que había yo cobrado, y
volvía a Utrera. De aquí pasé al infantil de Cádiz, en un teatro que había en la
Puerta Ontamana. Ganaba sesenta reales. A Cádiz vino por mí Silverio, contratándome en
sesenta y cinco reales para el café que tenía en Sevilla, en calle Rosario. ¿No
lo conoció?
¿Mucho tiempo con
Silverio?
Sí. Me dieron coba. Yo creo que
enmendaron el contrato, y donde decía un mes pusieron nueve, y canté en Silverio
nueve meses seguidos. De Silverio pasé a Málaga, al Café Siete Revueltas, con
cinco duros diarios. Esto fue el año 87. Trabajé un mes y volví a Sevilla, al
Burrero, al café de la escalerilla, en calle Amor de Dios y Tarifa. A los dos
meses, otra vez a Málaga, al café Chinita, ya con ocho duros. Por cierto que
cantaba antes en un café que no era cantante, El Universal, donde cobraba
catorce duros diarios. Recuerdo que la Prensa de allí me decía "bandido" porque
cobraba veintidós duros diarios. ¡Y hoy gana cualquier grillo en un tablado
doscientas pesetas, y más!
SE INAUGURA EL BURRERO EN CALLE
SIERPES
¿Cuándo fue
eso?
El año 88. Antes estuve en el
antiguo, y de aquí pasé al nuevo Burrero, a calle Sierpes, la casa que tiene hoy
el señor Barrau. Ese año murió Silverio. En el Burrero estuve hasta el año 89,
en que entré en quintas, librándome por excedente de cupo.
¿Qué gente había entonces en el
Burrero?
¡Uf! Todos los flamencos de
aquella época. La Serrana, las Coquineras, la Bizca, el Perote... qué se yo.
Tengo mala memoria para retener nombres. Del Burrero pasé a recorrer España
entera.
¿Había entonces más afición que
ahora?
Naturalmente; pero se gasta ahora
tres veces más dinero que antes. En el Burrero se pedían cien cañas y costaban
cincuenta reales, que le dejaban, de pronto, al dueño, veinticinco, porque se
bebía la mitad. Luego vinieron las botellas de marca, que valían treinta reales,
las más caras. ¡Con veinte duros se hacía más fuego...! ¡Eran otros
tiempos!
¿Faltó mucho de
Sevilla?
Unos cuatro años. Volví en el 93,
ya casado, pero todavía no formal. Seguía gastando cuanto ganaba y ayudando a
quien podía. ¡Como no tengo hijos...!
Los tubos para fonógrafos y las
placas para gramófonos.
¿Se ha dicho que usted ganó un
dineral impresionando placas?
Sí, señor. Es cierto; pero no
tengo un real. El año 99 hice para una casa de Valencia 11.700 tubos para
fonógraba. Me tocaba la guitarra Borrul. Cobré por aquella partida 32.000 duros.
Yo tenía que pagar al guitarrero.
¡Bonita
cantidad!
Pues antes hice en Sevilla, con un
inglés, que luego resultó ser "espía americano", unos quinientos cilindros, a
dos duros cada uno. Más tarde le hice al inglés "de marras", en Madrid, mil
cilindros, a cinco duros cada uno.
¡Cinco mil
duros!
Que cobré en billetes... Y que se
gastaron.
¿Y las
placas?
Tengo hechas diez placas con el
maestro Habichuela, para la casa Odeón. Me pagaron diez mil pesetas. No me
gustaron después de impresionarlas. Crea usted que esas placas me quitaron la
cabeza, porque corrieron el mundo entero.
¿Y no las hay buenas, es decir,
que le agraden?
El año 13 hice diez placas con
Ramón Montoya a una casa americana. Me pagaron diez mil reales. Salieron muy
bien. Son dos malagueñas y soleares. Quedó la empresa en hacer más y no he
recibido aviso.
¿Tendrá usted sus
ahorros?
Cuando no canto no como. Yo he
vivido muy ligero y muy bien. Vivo bien aún. No me privo de nada. Los míos,
igual. Si vienen malos tiempos se tomarán como buenos.
¿Ha estado usted en
América?
Sí, señor. En Buenos Aires. Me
marché con un amigo por "sport", por conocerlo. Y canté allí un mes en el teatro
San Martín. No hubo suerte en la Empresa. Yo digo siempre la verdad. Al regreso,
como el que se apea en la estación, estuve varios días en Montevideo, y canté en
el teatro18 de julio. Y tuve suerte.
"EL CANTE JONDO"
¿Usted cree que el "cante jondo"
volverá como en la época en que usted empezó?
De ninguna manera. "El "cante
jondo" no será nunca número de espectáculo, si no lo apadrinan, como en Granada,
artistas eminentes. El cante volverá a quedar reducido a lo que fue. Sí se
conseguirá que haya más aficionados a cantarlo, más señoritas que copiando el
estilo en los gramófonos canten bien.
¿Entonces usted cree que el señor
del cuello suelto, que se "escombra la garganta y arroja el contenido del
derribo a las candilejas" se quedará en el camarote de la taberna o del baile
esperando a que en una reunión "jaga ruío"...?
Indudablemente.
EL MAYOR CONTRATO
¿Cuál ha sido su mayor
contrato?
Fuera de los fonógrafos, este
último de Sevilla, que he cobrado dos mil pesetas. De ese dinero tengo que pagar
doscientas cada noche a Montoya, gastos de viaje y fonda y comisión al ajuste.
¡No queda mucho, créame!
¿Qué tocador o cantaor estima como
el mejor?
No le contesto y perdone. Yo
traigo a Montoya porque es el que más se ha identificado con mi voz y con mi
persona misma. La guitarra de Montoya soy yo mismo.
¿En Madrid hay mucha afición al
cante?
Poca. Se huye del flamenquismo. Se
detesta a los flamencos: pero a mí me avisan a casa particulares, a reuniones, a
juergas. No me quejo. ¡Se vive, como dicen por allí...!
Chacón se vio entre la espada y la
pared ante una pregunta que le hicimos sobre la historia de unos amores allá por
los años... mil, y nos dice:
¿Vamonos? Nos aguardan. Hay cosas
que no deben hablarse.
¿Y de juergas en
Sevilla?
Tampoco. Los juerguistas son los
hombres que más temen a la luz. No perdonan nunca que se diga su nombre a nadie.
¿Con quien estuviste de juerga anoche? me han preguntado cien veces. Y siempre
he dicho lo mismo: "Con unos de Valencia, si eran de Sevilla; de Sevilla, si
eran de Cartagena..."
Termina nuestra charla y bajamos
con Chacón, el hombre fino, educado, instruido, porque ha leído y lee mucho nos
hablaba de la definición que Estébanez Calderón hace de la caña y del polo del
Fillo, para reunirnos a la reunión que formaban los demás
amigos.
Allí no se perdió el tiempo. Allí
escuchamos el "cante jondo de verdad", acompañado a la guitarra por Montoya y
por Cuenca, mientras Lafita hacía uno de los mejores apuntes de su
vida.
"El duende de Triana os lo
contará"
Entrevista:
Galerín.
por Juan de la
Plata
Este artículo se publicó en el periódico madrileño "Dígame" el 23 de agosto de 1955, y fue escrito por el aficionado y autor jerezano Juan de la Plata, actual director de la Cátedra de Flamencología de Jerez. Se publicó con tres fotos de Javier, en una de las cuales aparece tocando, con posturas de la guitarra clásica.
JAVIER MOLINA, EL
GUITARRISTA DE DON ANTONIO CHACÓN, SIGUE TOCANDO A LOS OCHENTA Y CINCO AÑOS
Afirma que el cante
antiguo era mejor que el moderno y que el flamenco actual está "remendado".
Se puso enfermo cuando le
comunicaron la muerte de Ramón Montoya.
Por Juan de la
Plata
De todos los artistas
de la guitarra en España, quizá sea Javier Molina el decano de los "tocaores"
flamencos en activo, pues, pese a sus ochenta y cinco años de edad, todavía da
lecciones y toca una vez que otra para cuatro señores que acostumbran a ir a su
casa a escuchar el toque de embrujo del maestro.
Javier Molina representa en el
arte guitarresco andaluz tres cuartos de siglo de plena dedicación al más
flamenco de los instrumentos. Tres cuartos de siglo de rasgueo constante por los
escenarios, cafés cantantes, ventas, patios de cortijos y de casas grandes de
España. Porque Javier, que toca flamenco desde los siete años y que en toda su
vida no ha hecho otra cosa que pulsar las cuerdas para acompañar un cante
flamenco, no sólo ha actuado en escenarios, sino que se ha asomado a todos
aquellos lugares donde su gran figura de maestro indiscutible se ha hecho
necesaria para ser escuchado con admiración en cuantas fiestas de tronío hayan
sido organizadas.
El fue quien más veces
acompañó con su arte al gran don Antonio Chacón, el hombre genial que con su
cante supo conquistar un "don" que, en los de su clase y oficio, supone algo más
que un simple título honorífico y de dignidad, que se otorga a cualquier persona
decente. Hizo sonar la guitarra por "seguiriyas" para que cantara Manuel Torres
(el Niño de Jerez), y sus cualidades excepcionales de artista y creador cien por
cien lucieron junto a los "cantaores" y "bailaores" más célebres de los últimos
tiempos.
PRINCIPIOS
ARTÍSTICOS DE JAVIER
Javier Molina nació en
Jerez de la Frontera, en una calle del típico barrio de Santiago que lleva el
nombre de la Patrona de la ciudad, Nuestra Señora de la Merced; en Jerez se crió
y allí vive todavía, en una casa del barrio de San Pedro, adonde hemos ido a
verle para que nos cuente algunas impresiones sobre su vida y su arte.
El piso de Javier es
chiquito, de dos o tres habitaciones, en las que se pueden ver por las paredes
cuadros de la Virgen, guitarras, fotos de cuando era el "tocaor"de moda, de
cuando era niño, un cuadro de Lagartijo el Grande y un retrato del Señor del
Gran Poder. Toda la casa está saturada de ese sabor antiguo que despiden los
hogares de los artistas ancianos, ya casi retirados de la vida pública.
Javier nos ha recibido
bien, nos ha hecho sentarnos y ha sacado su vieja y bien cuidada guitarra y se
ha puesto a tocar. "Seguiriyas, soleares, alegrías, tientos, farrucas... Todos
los toques, grandes y chicos, han cobrado vida por el don y el arte de sus manos
ágiles, suaves, de artista maravilloso. Luego, sin dejar a su compañera la
guitarra, nos ha hablado de sus principios artísticos. De cuando con ocho años
ya tocaba en público, en la Alameda Vieja, entre función y función de un viejo
teatrillo de guiñol, del cual era propietario un ciego que tocaba el violín.
Allí ganó Javier su primer sueldo: ¡dos pesetas diarias!
El viejo guitarrista
nunca tuvo maestros que le enseñaran. Sólo recibió unas cuantas lecciones de un
aficionado, amigo de su hermano, que fue un renombrado "bailaor" y que más tarde
formó trío con Javier y Chacón. Entonces eran todavía desconocidos los tres, y
fue cuando empezaron a darse a conocer al público actuando en los cafés
cantantes, formando parte de lo que entonces se denominaban "conciertos
artísticos".
LA ANÉCDOTA DEL
DURO
De aquellas
actuaciones es esta anécdota que Javier nos cuenta mientras acaricia las cuerdas
de su instrumento.
"Actuábamos en un
colmado de Facinas, un pueblecito del campo de Gibraltar, cuando a la hora de
pasar la bandeja llegó un señor muy borracho y nos echó un duro. Figúrese la
alegría que nos entró a nosotros. Entonces nadie daba tanto dinero, y aquello
suponía para los tres una fortuna. Como se trataba de un "acontecimiento", en
seguida le hicimos a tan espléndido espectador una gran fiesta, que duró cerca
de una hora. ¡Cuál sería nuestra sorpresa cuando al día siguiente vimos entrar
en la posada donde estábamos al borracho de la noche anterior reclamándonos el
duro! Alegaba que por estar "algo bebido" no se había fijado muy bien en lo que
daba. Como es natural, el duro no se lo devolvimos, y el hombre, después de
armar "su jaleíto", se marchó por donde había venido".
Como hemos empezado
por las anécdotas, Javier nos cuenta también lo que le sucedió a cierto
"cantaor" de medianas facultades al que le estaba tocando en un escenario.
"El pobre muchacho
llevaba varios días sin dormir a cuenta de los viajes y se quedó dormido en las
tablas, con tan mala fortuna que cayó al patio de butacas, donde, chorreando
sangre, siguió cantando".
"HE TOCADO A LOS
MEJORES Y A LOS PEORES"
El maestro nos dice:
Les he tocado a los mejores y a
los peores "cantaores".
¿Quién era el mejor, maestro?
"Cantaores" buenos ha habido
muchos.
Pero el mejor...
Don Antonio Chacón. Él era el más completo de cuantos he conocido.
¿Le tocó muchas veces?
Casi siempre que cantaba. Además
fue un gran amigo y todo un caballero.
¿A qué otros "cantaores" famosos
ha acompañado con la guitarra?
A Tomás el
Nitri, Manuel Torres, Niño de Jerez, al Caoba, al "señor" Manuel Molina, a Paco la
Luz, al Loco Mateo, el Chato de Jerez, los hermanos Marrurro, La Serna, Cabeza,
Frijones y otros muchos, cuyos nombres harían una lista interminable. Entre
ellos a Juan Breva, al Canario, Fosforito y al Mescle, que valía un cortijo
cantando y era muy gracioso.
¿Quién fue mejor, Chacón o Manuel
Torre?
Ya he dicho que don Antonio era el
más completo. Sin embargo, Manuel Torres, por "seguiriyas", me gustaba más.
Ahora bien, Chacón era un genio por malagueñas. ¡Y aquellos caracoles
suyos!...
¿Qué cante es ése?
Un estilo de alegrías que don
Antonio Chacón creó y cantó "como los ángeles".
¿Con qué artistas de los de ahora
ha actuado?
Con la Niña de los Peines, con la
que estuve dos temporadas recorriendo España en unión del Estampío y el Cojo de
Málaga; con Lola Flores, en sus primeras salidas en público, cuando tenía
dieciséis años y yo le daba lecciones de baile, y con Manolo Caracol, al que
acompañé en su debut en Madrid siendo él un niño todavía en el teatro del
Centro, de la calle de Atocha, en unión de Ramírez, un "bailaor" muy famoso.
¿Conoció usted a Ramón Montoya?
Nos unía una buena amistad y
actuamos muchas veces juntos. Cada vez que le preguntaban quién era mejor de
nosotros dos, contestaba que yo. Desde luego mentía, porque él ha sido el mejor
tocaor de todos los tiempos. Cuando me enteré de su muerte me impresioné tanto
que hubieron de meterme en la cama enfermo.
¿Qué toque es más fácil y cuál el
más difícil del flamenco?
El más fácil, las sevillanas; las
bulerías es lo más difícil que se toca a la guitarra.
Por favor, opine de los
"cantaores" actuales.
Los hay buenos y malos, como en
todos los tiempos.
¿El que más le gusta?
Manolo Vallejo. Es el que más sabe y el que mejor canta de los artistas de hoy.
"EL FLAMENCO ESTÁ
REMENDADO"
¿Qué me dice del cante que ahora
se hace?
Que es un flamenco "remendado".
Antes y siempre se ha cantado mucho mejor que ahora.
¿Quién es el mejor guitarrista
moderno?
Sin duda alguna, el Niño de
Ricardo.
¿Ha enseñado usted a mucha gente?
A bastante. Desde que me retiré,
hace seis o siete años, no hago otra cosa que dar clases de guitarra. Antes ya
enseñé a una hija de Bombita III y a otra de Morenito de Algeciras; después de
dejar los escenarios he enseñado a varios que hoy son profesionales, entre
ellos, el Lápiz, Palma y los hermanos Moraíto.
UNOS VERSOS DE
JULIÁN PEMARTÍN
Decae la charla con el
viejo guitarrista. Hemos subido a la terraza para que Pereiras tire unas placas.
Allí Javier se lamenta de que hayan desaparecido para siempre los antiguos cafés
cantantes. Según él, éstos eran como las universidades del cante. Propone que se
cree un centro donde se eduque la voz de los que empiezan y se les enseñe el
cante bueno para que el flamenco puro no desaparezca.
Se nos confiesa
furibundo "lagartijista" del toreo; nos habla de sus discos impresionados y nos
recuerda el homenaje que se le hizo a don Antonio Chacón en Jerez, su tierra
natal, en 1933, y en el que Javier tomó parte. En aquel acto intervinieron
Pemán, Julián Pemartín y todos los artistas flamencos de Jerez de aquella época.
También hablamos de otra fiesta
celebrada tres años antes, con motivo del segundo centenario de la casa Domecq,
en la conocida viña El Majuelo, y en la que Julián Pemartín improvisó unos
versos que empezaban así:
¿Qué tendrás,
noche divina,
que en mi
recuerdo te borre?
Tocaba Javier
Molina
y cantaba
Manuel Torres...
Entrevista:
Juan de la Plata
ENTREVISTA A RAMÓN MONTOYA
Esta entrevista
viene del periódico "La Nación", de Buenos Aires, Argentina, con fecha de 11 de
mayo de 1937. No aparece el nombre del periodista.
EL ARTE POPULAR
ANDALUZ
Ramón Montoya recuerda figuras del
"cante jondo"
La vida pintoresca del "cantaor"
Antonio Chacón
En
las primeras horas de la mañana de ayer llegó a nuestra metrópoli, a bordo del
vapor Campana, procedente de Marsella, el celebrado guitarrista español Ramón
Montoya, considerado como el intérprete más completo de la música popular
andaluza. Viene el artista antes citado para actuar en nuestra capital,
contratado por la empresa del teatro Maravillas, en cuyo escenario se presentará
esta noche, integrando el espectáculo de arte regional que en el mismo viene
ofreciendo el conjunto que encabeza la bailarina Carmen Amaya. Está vinculado Montoya al arte del "cante jondo" por una
actuación de más de un cuarto de siglo, en que su destreza de "tocaor" fue
hermanada con figuras de tanta significación en la en la expresión flamenca como
las Macarronas, la Niña de los Peines y Antonio Chacón. A través de una
entrevista que el celebrado guitarrista nos concede en el Maravillas, van
desfilando en sus recuerdos todos los "grandes" que hicieron un culto de la
canción popular del pueblo andaluz, salpicando la conversación con episodios,
pintorescos unos, sentimentales otros, y en los que interviene, frecuentemente,
el actor Manolo Vico, vinculado también a la vida artística de Montoya por más
de una actuación accidentada por tierras de la Península. El físico de Montoya
desmiente por completo la región de la que es oriundo, como no lo confirma
tampoco el acento de su palabra. Al verlo, con su rostro encendido, se diría que
es un hombre del norte de España, y hablando parece un andaluz perfecto. Pero en
las primeras preguntas ya Montoya se explaya y detalla todo cuanto de él se
desea saber.
¿De qué región es usted?
Yo soy de Madrid, del mismo barrio
del Lavapiés, de esa tontería de barriada que tan bien define a la capital de
España. Y por cierto que en algunas oportunidades he tenido que enseñar mis
documentos personales para demostrar que yo era madrileño por los cuatro
costados.
Yo hube de venir a Buenos Aires,
hace más o menos siete años, en que García Malla me propuso que actuara en el
teatro Casino, pero el miedo a embarcarme, que para algo soy, además de
madrileño, gitano, me hizo renunciar a los tentadores ofrecimientos de entonces.
Recuerdo siempre que más de una vez me lo decía Manolo Vico, que ya conocía esta
tierra:
"¡No seas tonto, Ramón, vete a América, que te vas a hinchar de ganar dinero!"; Pero confieso que la sola idea de saber que tenía que pasarme tantos días en medio del mar me quitaba todo el interés que podían ofrecer los interesantes contratos ofrecidos.
"¡No seas tonto, Ramón, vete a América, que te vas a hinchar de ganar dinero!"; Pero confieso que la sola idea de saber que tenía que pasarme tantos días en medio del mar me quitaba todo el interés que podían ofrecer los interesantes contratos ofrecidos.
Montoya se inició tocando en los
cafés cantantes de Madrid.
¿Cómo se inició usted en el arte
de guitarrista?
En los cafés cantantes de Madrid,
muchos de los cuales o la mayor parte de ellos, ya ni siquiera existen. De
entonces recuerdo yo con emoción el café de la Marina, donde me inicié, y que
estaba situado en la calle Jardines número 21. También me tocó trabajar en el
famoso café de Naranjeros, en la plaza de la Cebada; el café del Gato, en la
cortada del mismo nombre y cuyas dueñas respondían al pintoresco nombre de las
hermanas Higorrotas; el café de la Magdalena, también en la calle de ese nombre,
entre las plazas de Antón Martín y del Progreso; el café del Pez, en la calle
Ancha de San Bernardo. En el café de la Marina me tocó actuar al lado de las
famosas Macarronas, de Malena de Salud, la hija del Ciego, que representa para
mí lo más grande en bailes de hombres, interpretados por una mujer, que aparecía
en traje de corto con zajones y sombrero calañés, chiquita y con una voz
cavernosa que coincidía perfectamente con su arte; Anita Caña artista de gran
temperamento; la Mejorana, una de las grandes intérpretes del baile clásico
flamenco, y Antonio de Bilbao, que conocieron en Buenos Aires en el teatro San
Martín en la compañía de Eulogio Velasco, hace varios años. De Antonio de Bilbao
recuerdo, por cierto, la forma original en que se consagró en Madrid. Fue una
noche de esas memorables en el café de la Marina. Después de actuar varios
artistas, y respondiendo al jaleo de varios amigos, apareció en el tabladillo
Antonio y me pidió que yo le acompañara. La impresión que se traducía de su
físico y su indumentaria no dejaban adivinar el bailarín inmenso que había en
él. Iba metido debajo de una boina que traducía su origen vasco, y al
preguntarle qué quería bailar, me dijo que lo haría por alegrías. Lo miré y
pensé que eso era en broma y resolví tocar entonces del mismo modo, pero el
hombre reaccionó y me dijo convencido de sí mismo:
"¡No, toque usted bien, que yo sé
bailar!"
Y en efecto,
el hombre sabía lo que hacía, hasta el punto que esa noche acabó con los
"bailaores", "tocaores" y con el público, y cómo sería la impresión que produjo,
que el dueño del café vino de inmediato a imponerme que debía contratarlo, por
cuanto esa facultad estaba reservada al "tocaor" oficial de la casa, que
entonces era yo. Le pregunté el precio que quería ganar y me respondió: doce
pesetas, que a la sazón era un buen salario, pero que si pidiera cincuenta lo
mismo se las hubiéramos dado. Yo ganaba siete pesetas, que también era una paga
importante, pero por intervenir fuera del café ganaba yo diariamente más de
veinte duros. Lo único que puedo decir de Antonio de Bilbao es que poco tiempo después era él el amo del café de la Marina y
que su nombre circuló por toda España en tono consagratorio. No quiero dejar de
recordar también a Faíco, interprete magnífico de la farruca y a quien actuando
en París el público lo consagró en el paso doble "La Giralda". Triunfaron
igualmente allí Ramírez, de Jerez, en farrucas y tangos, y Monijón, primo de
Faíco.
¿Y de las "bailaoras", cuales
recuerda como las mejores?
Mariquilla, la flamenca, en lo
clásico, de la talla de la Macarrona, y Encarnación Hurtado, la Malagueñita.
Considera a Chacón como el
intérprete más completo.
Pero en el
"cante jondo" - continúa diciendo Montoya - lo más grande que ha dado España es
Antonio Chacón, o, mejor dicho, D. Antonio Chacón, porque si a alguien hay que
darle el don es a él. Para mí y para muchos, Chacón ha sido el amo de todos los
"cantes" flamencos. Y puede decirse, además, de él, que no era solamente un
"cantaor", porque lo mismo sabía hablar de pintura y de literatura como de
medicina. Y cantando era algo serio. Era capaz de comenzar a cantar a las 8 de
la noche y seguir hasta el día siguiente a la misma hora con el mismo entusiasmo
y eficacia, y terminaba con todos, como que donde estuviera él nadie podía
ponerse a su lado. Durante quince años le acompañé con mi guitarra, esta
guitarra que va conmigo desde hace veintisiete años, y que los flamencos llaman
"la leona de Montoya". Chacón era lo más grande en el cante gitano por
seguidilla y era, a la vez, gran señor y amigo, como que se murió y no dejó una
"gorda", después de haber ganado más de dos millones de pesetas, porque todo
cuanto rescataba lo empleaba en vivir bien, como un gran señor que era. También
fue grande en el "cante" de Levante Manuel Torres, intérprete magnífico de la murciana y la cartagenera, y Manuel
Escasena, que contó, además, con la admiración de Antonio Chacón. Escasena tenía
una cabeza de forma rara, que le valió fuera comparada a un pepino, y recuerdo
que Chacón, al referirse a él me decía: "Vea usted, Montoyita, este "cabeza de
pepino" es extraordinario". Y más de una vez el mismo Chacón se encargó de hacer
que en alguna juerga de Villa Rosa llegara a manos de Escasena un billete de
cien pesetas, fingiendo que otra persona se lo había entregado para él. El pobre
bondadoso de Antonio Chacón. De Chacón debo recordar también cuando me presentó
en Sevilla en una fiesta, durante las ferias. Había allí reunido lo más grande
que el "cante" tenía entonces, y fui yo, ilustre desconocido, para acompañar a
Don Antonio. Al presentarme se limitó a decir: "Primero vais a cantar todos
vosotros y luego lo haré yo, acompañado por Montoya, y os aseguro que os voy a
hacer llorar a todos". Y así fue, en efecto: acabaron todos llorando. Su
admiración por mí era tanta que llegó a perdonarme que en una fiesta del Duque
de Medinaceli llegara tarde por preferir jugar al billar, y se limitó a decirme:
"Montoya, ¿usted es jugador de billar o "tocaor" de guitarra?". En otra
oportunidad que volvimos a Sevilla, la admiración de los andaluces llegó a negar
mi nacimiento en la capital, y él replicó en tono amable: "¡Haga el favor de
decir que usted ha "nacío" en Sevilla!".
En París actuó en la Opera Cómica
con la Argentinita
La conversación gira luego sobre
sus actuaciones recientes y sobre el plan a desarrollar en el Maravillas, y
Montoya nos dice:
He estado actuando en París por
espacio de ocho meses, que se han ido prolongando desde hace cinco, en que tenía
que venir a Buenos Aires, y no me dejaban. He dado varios recitales de música
flamenca en la sala Pleyel, de París, y dos en la Opera Cómica, acompañando a
Encarnación López, la Argentinita, que obtuvo un éxito extraordinario. ¡Cómo
baila vuestra compatriota! Para mí es la artista más completa que ha conocido
España entre las "bailaoras", con el agregado de que hasta cantando con esa voz
chiquitina que tiene lo hace en forma primorosa. Es el suyo arte puro, de
primera calidad, y que el público de París, como antes el de España, supo
valorar en su verdadera expresión. Luego actué en Bruselas, Londres y Suiza,
hasta que pude salir en dirección a Marsella y embarcarme para pasar esos días
de alta mar, de los que no quiero ni siquiera acordarme para tener valor para la
vuelta.
"En mi actuación en Buenos Aires,
mi repertorio estará integrado por interpretaciones en la guitarra, en mi
"leona" de arte flamenco puramente clásico, como soleares, malagueñas,
granadinas, mineras, tarantas, rondeñas, bulerías, tango en mayor y menor,
guajiras, farrucas, seguidillas y la rosa, y ejecutaré cada una de ellas con
arreglo a los deseos del público, que por espacio de tantos años he pensado
conocer por tantas referencias que de él tenía".
ENTREVISTA A MELCHOR DE MARCHENA
Cuando la evolución que ha experimentado la guitarra flamenca ha llegado a
convertir a este instrumento antiguamente concebido para acompañar, en un
solista de concierto, y cuando las estructuras musicales en qué se apoyaba han
ido desapareciendo para dejar paso a nuevas aportaciones que la han cambiado en
casi su totalidad, Melchor de Marchena situado históricamente entre las dos
épocas del toque flamenco, es un ejemplo de guitarrista que, conservando los
viejos moldes, no está totalmente identificado con las actuales tendencias.
Preferido por los maestros del cante del pasado como Manuel Torre o Pastora
Pavón "Niña de los Peines", es el guitarrista más solicitado por los cantaores
de hoy en día.
La plaza donde yo he nacido,
donde yo me he criado, y había muchos flamencos buenos, y comprábamos en aquella
época arrobas de vino. Cogía algún guitarrito, para empezar era con un
guitarrito malo. Hoy tengo guitarras muy buenas. Y me gustaban los cantes y los
bailes, como hablaban ellas, a su manera, flamencos como gitanos. Hablaban a su
manera y a mí me quitaba el sentío. Eso. A las cuatro de la mañana escuchando
cantar, esas grandes mujeres, estas gitanas que habitaban a su manera. Pero
siempre tenían unas músicas que eso me extrañaba a mí y lo llevaba yo
dentro.
El nieto que tengo yo, lo que
quiere es que cante. Es muy bonito. Estoy con mi nieto, mi nuera. Éste va a
romper tó lo que hay aquí. Y mi hijo que tiene un punto en la boca. Y éste lo va
a tirar tó. Voy a tocar la guitarra yo así. Eres un sinvergüenza. Ea, tó, tó, lo
ha tirado tó, tó. ¡Ay que gitano más malo! ¡Je, je, je!
Usted, Melchor vive en Madrid y, aunque ha nacido
aquí en Marchena, por lo visto le gusta más la forma de vida de Madrid que la de
aquí de Marchena, ¿No? Se encuentra Vd. más a gusto allí con su
familia.
A mí me gusta mucho Madrid,
porque Madrid es mi vida, para ganar dinero. Lo gano. Y Marchena, pues me gusta
porque he nacido en Marchena. Y además Marchena para mí, Fernando, Alfonso, mis
amigos que nos hemos criado juntos. Cuando yo no era nada me ayudaban todo lo
que podían. Ahora los tengo, pero tengo un arte especial, cuyo arte quiero
dárselo a ustedes.
¿Melchor, y cómo empezó Vd. a tocar la guitarra
aquí en Marchena?
Pues como todo el mundo que nace
en un pueblo, sin saber tocar, ni nada. Pero yo tenía una inspiración muy
grande, en mi arte. Pues yo creía y creo que yo podía llegar a algo. He llegado,
y además de mi arte, todos son mejores que yo, todos son fenómenos. Pero mi arte
me lo llevo yo consigo. Voy a ver si en esta grabación que yo voy a hacer con
Ustedes., hago un poquito de mi arte bueno. Quiero que salga para que los...,
estos muchachos y estos señores catedráticos de cante y de baile. Hacen un
sonido distinto para mí que todo el mundo, para mí todos son mejores que yo.
Pero lo mío, quiero hacer una cosa, una cosa rara en mi guitarra. Siempre con un
güisqui a mi lado, que es lo que me gusta más en el mundo.
¿Tuvo algún maestro aquí cuando Vd. empezó a tocar
la guitarra?
No. No tuve maestro. No sé si es
malo o bueno. A mí quisieron enseñarme a música y dije que no, que la música la
llevaba en sí, que yo no podía ser matemáticamente lo que hacen los violines, ni
ná. Yo lo que hago es mío, y mi pureza me la llevo yo.
¿Vd. prefiere a algún cantaor para acompañarle,
algún tipo de cantaor?
Pues yo sí. Él que todo lo canta
muy bien, a mí me duele horror cantando, me gusta mucho Manolo Caracol, porque
es un cantaor de arte, tiene mucho arte, y a mí me gusta mucho. Y cuando canta
él, saco cosas en la guitarra que no las sé. También hay otro cantador que me
gusta mucho que es Mairena, y canta muy bien.
¿A qué cantaores le ha tocado Vd., a cantaores
antiguos, de otra época?
A Manuel Torre, al Gloria, a la
Niña los Peines, al Pinto, a la Pompi y a los que son buena gente, que eran, los
pobres.
¿Y le gustaba a Vd. acompañar más a estos cantaores
que a los que acompaña Vd. ahora?
Sí, el doble
más.
¿Por qué?
Porque cantaban lo que a mí me
gusta. Cantaban flamenco. Hoy, todo es bueno pero esto de la rumba, es muy
bueno, muy bonito, lo veo como si no lo viera. Me gusta el cante por seguiriya,
por soleá, cantar por fandango puro, por malagueña, por taranta, taranto,
tangos, bulería a golpe. Todos esos cantes me gustan. Los demás son muy bonitos
pero... Cuando ganan tanto dinero, será porque vale, pero... A mí me gusta
verlo, pero no me entusiasman. Me gustan más los cantes puros
buenos.
¿Y dónde acompañaba Vd. a estos cantaores, Manuel
Torre?
En las fiestas en Sevilla. Esos
cantaores cantaban muy poco en el teatro. Cantaban en fiestas. Yo era muy joven,
y me llamaban a todas las fiestas muy grandes.
¿Y cómo era el ambiente de
entonces?
Un ambiente muy bueno. Un respeto
de un artista a otro muy grande. Se cantaba muy bien. Y allí no se hacía más que
beber y cantar puro y tocar puro. Se aprendía mucho de esos
señores.
¿Qué pasa, que hoy no se bebe ni se canta
puro?
No. Hoy se canta también. Pero
que esos señores cantaban antes, esos cantaores de hoy hacen bien. Cantan cantes
livianos, cantes para ganar mucho dinero, que ganan mucho dinero. Antiguamente
no se ganaba dinero. Hoy cualquiera que cante cualquier cosa, se pone rico.
Antiguamente no. Había que cantar muy bien, muy bien, y yo he escuchado a todos
esos cantaores.
¿Vd. cree que Melchor de Marchena ha aportado algo
a la guitarra flamenca?
Bueno, yo he tocado mucho a muy
buenos cantaores, muy delicados. Y han cantado cantes muy raros, y le he
acompañado muy bien. Y eso pues vale mucho.
Vd. que ha cogido las dos épocas fuertes de la
guitarra, la de hace cuarenta años y la de ahora, ¿Qué diferencia encuentra Vd.
entre cómo se tocaba entonces, y cómo se toca hoy?
Antes se tocaba muy bien la
guitarra. Había muy buenos guitarristas. Pero hoy también los hay. Y ha
evolucionado la guitarra mucho. Ha ganado.
Melchor, Vd. tiene un hijo que es guitarrista
también.
Pues sí.
¿Vd. cree que se basa en los toques suyos, o está
ya más evolucionado?
Pues mi chiquillo, yo no digo que
sea hoy el mejor guitarrista de España, pero tampoco hay quien sea mejor que él.
¡Ejecuta la guitarra con un arte! Y además que toca moderno, también sabe tocar
para cantar como yo. Mejor que yo tocando, con más facilidad porque para la
guitarra, para él no es nada.
¿Vd. le ha enseñado a él a tocar la
guitarra?
Yo le enseñé muy poco. Todo ha
salido de él. Cada siglo da Dios una cosa grande, y este siglo le tocó a
él.
¿Y cómo ve Vd. los toques de su hijo, y los toques
de Vd.?
Pues cuando yo lo escucho tocar,
me se quitan las ganas de tocar yo la guitarra. Porque es maravilloso. Hace
cosas y además crea. Lo que toca es suyo. Ahora le ha costado mucho trabajo.
Estudia mucho la guitarra porque es una carrera muy grande y muy difícil y él ya
la tiene concluida
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